Licencia D1

Siempre supe cómo funcionaban las cosas; aprendí a vivir así: correctamente a la vista. La casa se fue haciendo pequeña y me resumí en el cuarto, coforme con la casi libertad de pegar algo en la pared o cambiar los muebles de lugar. Ya estaba acostumbrada también a eso cuando el cuarto se hizo pequeño y me quedé unicamente con la cama y lo que hubiera entre la cobija y la pijama. Si tenía ganas de sentirme mal lo hacía en calladito, procurando el momento adecuado y enterando unicamente al par de personas que pudiera intentar entender o algo parecido. Por ratos se me ocurría quejarme pero nunca fui tan valiente. De pronto un día lo dije, me mandaron a la mierda y la cama se convirtió en mierda y me acosté pensando que siempre había sido placentera, que más se necesita para estar bien el tiempo necesario para encontrar otra cama, otro país, otro par de sandalias sin destapar. Siempre he hecho lo que corresponde, lo que toca, tranquila sin aspavientos, sin joder a nadie; merezco al menos que se me permita no estar contenta, de por sí nunca se los iba a decir. Hasta para hacerse daño uno mismo hay que pedir permiso.